¿Quién o qué representa la abominación desoladora en las Escrituras?
En el discurso profético de Jesús sobre los acontecimientos que precederán a Su segunda venida, hace referencia a una enigmática "abominación desoladora". Pero, ¿qué implica exactamente este término en la Biblia?
Este concepto profético se encuentra en el libro de Daniel (Daniel 12:11) y es retomado por Jesucristo en Sus enseñanzas (Mateo 24:15). Aunque ha tenido cumplimientos históricos, se anticipa un cumplimiento futuro, marcado por la interrupción de los sacrificios diarios en Jerusalén y su sustitución por alguna forma de exhibición blasfema. Esta profecía adquiere importancia al servir como un indicador crucial que señala la proximidad del regreso de Jesucristo.
En el contexto del "lugar santo"
Cuando Jesucristo menciona la "abominación desoladora" en Su Discurso del Monte de los Olivos, la presenta como un signo distintivo del tiempo previo a Su regreso a la Tierra. Él afirma: "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel..." (Mateo 24:15).
Esta referencia de Jesús remite a una profecía originalmente dada al profeta Daniel: "Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días" (Daniel 12:11).
Interpretando "abominación" y "desolación" según la Biblia
Para comprender mejor el significado de "abominación desoladora", es crucial explorar los términos "abominación" y "desolación" en la Biblia.
En el Antiguo Testamento, la palabra traducida como "abominación" es "shiqquwts", derivada de "shaqats", que significa "ser inmundo", "aborrecer" ("Abominación desoladora", International Standard Bible Encyclopedia). Se utiliza predominantemente para describir prácticas idólatras, especialmente aquellas que resultan ofensivas para el sentido de decencia y moralidad.
En el Nuevo Testamento, el equivalente es "bdelygma", que se refiere a "una cosa asquerosa (repugnante por su hedor), una cosa detestable" (Léxico griego de Thayer).
En cuanto a "desolación", en el Antiguo Testamento, la palabra traducida como tal es "shamem", que significa "destruir, asolar, devastar; estar asombrado... algo tan horrible que puede dejar a una persona sin palabras" (The Complete Word Study Old Testament, p. 2376).
La profecía de la abominación desoladora abarca tres cumplimientos: dos en el pasado y uno aún futuro.
El primer cumplimiento de esta profecía se remonta a las palabras del profeta Daniel (Daniel 11:31), quien contextualizó su visión detallada en torno a los reyes griegos que gobernaron tras la muerte de Alejandro Magno. Los reyes seléucidas del norte, destacados en esta profecía (Daniel 11:4-35), eran conocidos como gobernantes del Imperio seléucida, nombrado en honor a Seleuco I Nicator, un destacado general de Alejandro Magno. Este reino abarcaba desde Babilonia hasta Asia central, al norte de Jerusalén.
Los eventos predichos por Daniel ocurrieron en Jerusalén alrededor del 168-167 a.C. bajo el gobierno de Antíoco IV, también conocido como Antíoco Epífanes. Esta figura histórica, hostil al culto judío, buscó helenizar a los judíos en Judea, imponiendo la cultura y religión griegas. Prohibió prácticas judías, nombró un sumo sacerdote helenizado y, durante una campaña en Egipto, enfrentó una rebelión judía en Jerusalén.
En 167 a.C., Antíoco Epífanes profanó el templo erigiendo una estatua de Zeus y sacrificando cerdos en el altar, acciones repugnantes y abominables para los judíos, cumpliendo así la profecía de Daniel. Este trágico episodio, registrado en los libros no canónicos de los Macabeos, inspiró la revuelta macabea, aunque estos libros no se consideran parte de las Escrituras inspiradas.
El segundo cumplimiento de la profecía de la abominación desoladora tuvo lugar en el año 70 d.C., cuando las legiones romanas, lideradas por Tito, asaltaron la ciudad de Jerusalén. En este evento devastador, las fuerzas de Tito no solo saquearon la ciudad, sino que también llevaron a cabo la destrucción completa del templo y su altar, que hasta el día de hoy permanece sin reconstruir. Este cumplimiento profético encuentra respaldo en Lucas 21:20, que describe a Jerusalén siendo "rodeada de ejércitos" como preludio a su desolación en el año 70 d.C.
EL FUTURO CUMPLIMIENTO DE LA ABOMINACIÓN DESOLADORA
El cumplimiento futuro de la profecía de la abominación desoladora se enmarca en las palabras de Jesús sobre el "fin del mundo" (Mateo 24:3, 13-14).
Jesús, al hablar de la "abominación desoladora", conecta su aparición en el "lugar santo" con las palabras proféticas de Daniel, instando a la comprensión de quienes escuchan (versículos 15-16). Este episodio representa otro cumplimiento de la profecía que está destinado a ocurrir en el futuro.
Es relevante señalar que Daniel 12:11, que hace referencia al establecimiento de esta abominación, también predice la interrupción de los sacrificios diarios. Dado que en la actualidad no se ofrecen sacrificios diarios en Jerusalén, se sugiere que en algún momento futuro se restablecerán los sacrificios, lo que requerirá la construcción de un altar.
Los estudiosos de la profecía bíblica anticipan la restauración de los sacrificios judíos en Jerusalén. Sin embargo, el significado preciso de la futura "abominación desoladora" en el tiempo del fin aún no está claro. Se espera que sea algo establecido en Jerusalén que sea abominable para Dios. Pablo, en 2 Tesalonicenses 2:3-4, menciona a un líder futuro conocido como "el hombre de pecado", que se erige en contra de todo lo divino y se sienta en el templo de Dios como si fuera Dios.
El libro de Apocalipsis introduce una figura política llamada la "bestia", que se asocia con un falso profeta religioso. Ambos liderarán una invasión en Jerusalén y controlarán la ciudad hasta la segunda venida de Cristo, siendo probablemente responsables de la futura abominación desoladora.
¿Qué acontece después de la abominación desoladora?
Tras mencionar la "abominación desoladora" en el tiempo del fin, Jesús advierte que el pueblo de Dios deberá huir (Mateo 24:16-20). Pues poco después de su establecimiento, se desencadenará "gran tribulación" (versículo 21) — un periodo sin precedentes de tres años y medio de guerra y sufrimiento global. Este evento crucial señala la inminencia de la Gran Tribulación, llevando a aquellos alerta y fortalecidos en el Espíritu de Dios a comprender la necesidad de huir. Aunque algunos del pueblo de Dios pueden enfrentar el martirio, otros serán protegidos (Apocalipsis 12:11-17).