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La idea comúnmente aceptada de que la homosexualidad tiene una base biológica se enfrenta a un desafío evidente: la falta de pruebas que respalden un vínculo biológico con la atracción hacia personas del mismo sexo. A pesar de varios intentos, ningún estudio ha logrado establecer de manera concluyente dicha conexión, a pesar de lo que a menudo sugieren los medios de comunicación.
Un ejemplo de esto es el estudio de Simon LeVay sobre el hipotálamo, que a veces se presenta como evidencia de que la orientación hacia el mismo sexo está vinculada al cerebro. Sin embargo, el propio LeVay aclaró que su investigación no respalda la idea de que la homosexualidad sea genética ni proporciona una causa genética para la orientación homosexual. En sus propias palabras, "No probé que la homosexualidad fuera genética, ni encontré una causa genética para ser gay. No demostré que los hombres homosexuales nacieran de esa manera, el error más común que la gente comete al interpretar mi trabajo. Tampoco encontré un centro gay en el cerebro".
LeVay no está solo en esta perspectiva. Aquellos que se dedican a la investigación en este campo reconocen la ausencia de un vínculo biológico con la homosexualidad. Sin embargo, algunos optan por perpetuar el mito, ya que, según las palabras de LeVay, "las personas que creen que los homosexuales y lesbianas nacen de esa manera también tienen más probabilidades de apoyar los derechos de los homosexuales". Un ejemplo es Lisa Diamond, miembro de la Asociación Americana de Psicología, quien, en un libro reciente sobre sexualidad, hizo una admisión sorprendente:
"Algunos activistas sienten que el clima aún no es propicio para un cambio en nuestro pensamiento sobre la libertad sexual. Dado el resurgimiento del activismo antigay conservador, centrado en gran parte en prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo, podría ser la forma más segura de abogar por los derechos de lesbianas, gays y bisexuales seguir difundiendo un modelo determinista sexual: que estas minorías nacen así y nunca pueden cambiar. Si esto facilita la aceptación (lo cual podría ser el caso), ¿es realmente tan malo aunque sea inexacto? En otras palabras, mientras el mito logre normalizar la homosexualidad, aquellos informados no necesitan corregir los malentendidos del público. El fin justifica los medios. Tal es la naturaleza de la defensa.
Pero, ¿y si mañana se descubriera un vínculo biológico? ¿Qué implicaciones morales tendría esto? Nada. La genética no puede ofrecer orientación moral; es descriptiva y explica cómo son las cosas. La moralidad, por otro lado, es prescriptiva, indicando cómo deberían ser las cosas.
El hecho de tener una predisposición natural hacia un deseo o comportamiento no implica que dicho deseo o comportamiento sea moral. Muchas veces, deseamos cosas que son inmorales. La causa del deseo, ya sea biológica o no, no puede alterar la naturaleza moral del acto en sí.
Imaginemos encontrar un vínculo biológico con los deseos incestuosos. ¿Haría eso que el incesto sea moralmente aceptable? ¿Y si descubrimos una conexión biológica con la pedofilia? ¿Eso justificaría moralmente la pedofilia? ¿Deberíamos considerar estos deseos y comportamientos como "normales"? Claramente, la respuesta es no. Lo mismo se aplica a la homosexualidad.
Incluso si se identifica un vínculo biológico, este puede proporcionar una mejor comprensión del origen de la atracción hacia personas del mismo sexo, pero no contribuirá a nuestra comprensión de la moral sexual.
Los seres humanos suelen desear lo que es inmoral. Gran parte del comportamiento moral y ético implica controlar los deseos naturales. Esto se aplica tanto a quienes luchan con deseos del mismo sexo como a aquellos que enfrentan deseos hacia personas que no son su cónyuge del sexo opuesto.